PUNTO DE SOMBRA | La política de las emociones
Vicente Cornelles Castelló
Escritor y periodista
Una lluvia sobrevenida saluda a un neófito junio que todavía no ha dado muestras de calor abrasador. En la ciudad turquesa y naranja, cada día más ataráxica, todo sigue igual y, pese a que hace un año las inmensas trompetas de Jericó anunciaban las mil maravillas que iban a florecer con la victoria del Partido Popular, las paredes de la urbe se van agrietando entre una falta de gestión y el desinterés municipal. Un dato no deja lugar a dudas. Mucha promesa electoral, entusiasmo dialéctico y cantos de sirena, pero, todo es agua de borrajas por momentos.
Las elecciones europeas, primera contienda electoral tras los comicios del 23 de junio, han dado como resultado una derrota simbólica de los populares en el Grao, lugar de residencia de la alcaldesa alicantina y donde la teniente alcalde, una bisoña Ester Giner, más preocupada por guerrillas de pulseras de Sant Pere que por la gestión en el distrito marítimo, ha demostrado su ineficacia e ineptitud (arrogante y prepotente también) en su cargo de regidora. Enfrente, en la oposición, la socialista Mari Carmen Ribera, ha sabido trabajar y estar al lado de los graueros. Veterana Ribera quien ha mostrado un cariño especial hacia sus convecinos. Ni el hecho de que Begoña Carrasco y su familia tengan anclajes en el barrio marinero de Castellón ha sido suficiente para que sus habitantes hayan preferido votar mayoritariamente al PSOE.
Son innegables las especiales características de este núcleo urbano castellonense y el largo listado de agravios que ha sufrido El Grao, pero también cierto es que desde los poderes públicos se practica una falta de sensibilidad agobiante que incide directamente en los sentimientos, aprecios y favores en una sociedad líquida y que apuesta por la política de las emociones. Y que pueden cambiar unos posibles resultados electorales. Como ha hecho democráticamente el Caserío Marítimo de El Grao.
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